martes, 11 de noviembre de 2008

El Laberinto


Cuando por fin avanzó en retirada, aparentó tener todo bajo control, rogó para que la dureza no le abandonase el rostro pero con cada paso que daba más fuerzas necesitaba para fingir serenidad. Todo inútil. Buscó un último refugio en el filo de su espada mientras las escaleras le iban subiendo. Ya en la calle no pudo soportar más y echo a llorar. Había vuelto a perder al minotauro en los andenes de Atocha.


©2008. Rogelio Jarquín.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Roger, me gusta la manera tan precisa con la que escribes.

Un beso.

Fany

Pd: Gracias por Los otros caminos de Álvaro Cunqueiro.