viernes, 20 de abril de 2012

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Del Rogelio de cinco años recuerdo
tanto como él pudo imaginar
de este Jarquín; nada,
o casi nada que es peor.
Destellos, retales en la memoria
me hacen sospechar que fue feliz.

Una mano tosca se abría
para que su frágil cabeza
descansase sobre la basta palma,
era el juego del sueño,
dulzura necia
que tal vez se inventa
para sobrevivir,
juguete que jugó hasta agotarlo,
hasta que desgastó su ternura
junto con su peto de diario
(pana amarilla,
botones brillantes).

Hubo un perro,
que se quedó en casa
por no tener dueño
y se marchó por ser de nadie,
un gato atigrado,
un mudo loro,
animales que bebieron de su vaso,
animales que comieron de su plato.
Resumiendo, feliz como cualquier niño.
A esa edad los nombres,
el pasado y el futuro
poco importan.
Con cinco años en este mundo
Machado no es Machado
aunque sus palabras, sus cantares,
sus caminos
muriesen sobre la espuma de jabón
en los lavaderos,
después de haber nacido
con acento extranjero
en el chispeo de lluvia,
de papel, de fuego
de la aguja de un tocadiscos viejo.

El olor de los zapatos nuevos,
mordidas de lagartijas,
costras en las rodillas
y apedreadas certeras
contra el hijo del casero;
y no sigo más porque no puedo,
es lo que tengo,
lo que he podido rescatar
de ese Rogelio.

© RogelioJarquín 2012.AUTORRETRATO CON MALETAS.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hablar de recuerdos y sensaciones de la primera infancia siempre emociona. Estoy deseando ver que sigue en esta mini biografía que te has montado.

Besos,

Anita

tata dijo...

Y no me creerás si te digo que recuerdas bastante. Es difícil juntar más de tres pinceladas debido a la amnesia infantil.

Brillante como siempre.

Tata