jueves, 3 de marzo de 2011

CORTAZARIANDO


No con muchas esperanzas, un cronopio sale a la calle con el original de su primer libro de cuentos. Se dirige a la papelería más cercana (que siempre se encuentra estratégicamente frente a los colegios y consulados) y pide cientos de fotocopias y sobres. Dos horas más tarde sale de la papelería cargando una montaña amarilla de sobres. Recorre a pie la ciudad en busca de buzones igualmente amarillos. En cada buzón deposita un único sobre; cree que de esa forma se multiplican las posibilidades de encontrar editores. Y de esa manera el cronopio va alimentando sus sueños y a los buzones de la ciudad. Inmerso en la esperanza que le va naciendo en el pecho (entre el segundo y tercer botón del abrigo) el cronopio no se imagina que hace media hora (del quinto al sexto buzón) la fama ha llamado a su puerta, que se ha dejado los nudillos llamándole y que después de un rato pegada al timbre se ha ido maldiciendo al encontrar otra casa vacía.

©RogelioJarquín 2011.

3 comentarios:

Ricardo dijo...

Hay una selva esperando esa publicación. Los cuentos son necesarios para soñar...o para no soñar, mejor. La suerte no te abandonará, seguro estoy y te guiñará el ojo cuando menos lo esperes. Un abrazo y mis mejores vibras para esta herculana tarea.

Anónimo dijo...

Maravilloso Rogelio,sigue creciendo amigo y no dejes nunca de hacernos emocionar con tus lindas historias!!!

Édgar Ahumada dijo...

La corta extensión de tu relato, mi querido cronopio, contrasta con su magnificencia.
Los pasos que se confunden entre aquél Julio, su andar por las calles de países, continentes, y tus propios pasos; ambas rutas con olor a inmensidad.
¡Un abrazo, mi hermano!