lunes, 22 de octubre de 2012

Ahora es ahora...





Ahora es ahora, el tiempo que pisan mis zapatos, mi hoy subrayado;
funambulista entre el ayer y el mañana.

Pero en el México Deefe de temblores y aguaceros, el ahora tiene algo
de lluvia, pasatiempo de un dios voluble que empapa los tendederos de
una vecindad. En el México Deefe el hoy se pasea mutado y renombrado;
el ahora deja de ser ahora para volverse un ahorita, futuro perfecto
de cuerpo prolongable; tiempo que se usa para torturar la espera.
Ahoritita es su traje para decir jamás; sinónimo dulce de ese nunca de
los nunca. Ya mero sólo es un casi, un dilatado hoy que antecede al
final que no llega. Retearto es un puñado de ahoras, manada de
presentes mordiéndose la cola, suma de instantes, ya sean diez, ya
sean cien, ya sean mil, siempre con el mismo resultado; un aquí, un
ahora que ni se mira ni se toca.

En México Deefe el Apocalipsis y los volcanes posponen el ahora, y el
tiempo es menos tiempo, el vivo menos vivo, el muerto menos muerto y
el tal vez es más quizás.

En un callejón sin nombre con sólo una mesa y cuatro sillas se monta
un bar; tres perros roen sus propias patas y una prostituta de carne y
hueso compite por los clientes con una virgen de barro y cal. Frente
al cine Teresa un bolerito de nueve años (con todo su orgullo y todos
sus dedos asegura que casi son diez) canta a Manzanero mientras ofrece
grasa a un Don con botines de charol. Tres semáforos más atrás un
chico con antorcha y gasolina juega a ser dragón, y un violinista
ciego le enseña a su nieto que en una lata vacía también se escucha el
mar.

En el Deefe no se persigue al horizonte como el sabio Galeano. Se anda
de prisa para alcanzar el ahora que huye como el porvenir. En el Deefe
siempre estoy volviendo porque nunca me terminé de ir. Y las partidas
no son partidas, las ausencias nos son ausencias, y hay quien me
asegura que ayer me vio fumando en la calle Tepic.

©2012 Rogelio Jarquín. Deefe a retazos

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