lunes, 22 de octubre de 2012

Dios me plagia...





Dios me plagia y mal. Abusa de su omnipresencia. Se aprovecha de esa costumbre de ausentarme y aparece sin previo aviso (acompañado siempre de su fiel perro, esa diestra  suya tan torpe y pulgosa moviéndole la cola) y roba lo que mi insomnio redacta, lo que la omniausuencia obliga a escribir a mi siniestra mano.

Me escribo veranos para los meses fríos de Madrid, para los días en que la carne es menos carne y más ropa. Me escribo y describo dulces chicas besándose el cuello en el último vagón del último metro al  final del día. Dios convierte mis besos de viajeras en dos mujeres peleando por un mismo asiento.

Me escribo morenas desconocidas de alargadas piernas, mirándome, levantándose la falda para mostrarme  la frontera entre sus muslos y las medias de rejilla. Me escribo Pelirrojas de pelo suelto y tetas atentas paseando en bicicleta por la puerta del sol. Me escribo rubias y morochas en vestidos floridos exhibiendo su sexo despierto al cruzar las piernas en una terraza de Plaza Mayor. Y Dios torpemente escribe una excursión de monjas multicolor comiendo galletas en la calle Infante esquina con León.

Dios me plagia y mal. Por eso dejo de escribirme, de rescribirme y me suscribo a esta realidad sobrescrita. Para que dios no convierta mis imaginadas nudistas en trasnochadas y extraviadas bañistas tomando el sol en el Retiro. Para que no convierta el taconeo en mezclilla de una gata en el andar arrastrado de una puritana.

Por eso no te escribo para que tu piel siga siendo tu piel y mi carne siga siendo mi carne entrando en tu carne. No te escribo para que mis manos te lean, para pecar en obra y no en palabra, para omitir a dios. No te escribo y te sé real, me lo dicen mis silencios, me lo dicen tus gemidos, me lo dicen los suspiros después de este morir sin morir.
En vano me voy y me vengo en tu yo real, en vano ocupo mis manos a las caricias, en vano ignoro a mi plagiador. Descubro que él ya te escribió, que se describió a sí mismo yendo y viniendo en tus piernas. Descubro que él también estuvo aquí cuando en tu redención me confiesas extasiada que una vez más estuve como dios.


© RogelioJarquín 2012. Madrid a retales.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Cada vez que te leo me gustaría hacer un comentario, pero es difícil hacer un comentario mínimamente inteligente ante la impresionante calidad de tu escritura, por eso, solo te digo ¡¡cuánto me gusta leerte!!