Ahorrémonos las risas huecas, las
frases hechas, las confesiones obligadas.
Dejemos pasar las fotografías
familiares, el anecdotario, las evocaciones infantiles (no quiero que llores
por mi pasado más que yo mismo) y hagámonos de nuevo para desahogarnos y deshacernos.
Dejemos bajo la cama lo que nos estorba, la ropa, el nombre y el corazón (esa
víscera que siente demasiado) y démonos sólo
las pulsaciones de nuestros sexos encontrados. Aparquemos la poesía, los
lugares comunes, las manoseadas metáforas, no quiero a Benedetti ni a Neruda en
las sábanas. No quiero tu voz, quiero tu
aliento y tu peso contra mi cuerpo. No espero que levites, no me interesa si
sabes volar como dicen los versos. Ahorrémonos las mentiras crueles y las
verdades piadosas. No esperemos mil y una noches de cuentos para tenernos. Démonos
la paz después de la guerra. Prometámonos únicamente la eternidad del orgasmo.
Corrámonos que ya habrá tiempo para andarnos.
©
RogelioJarquín 2012. Madrid a retales.
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